El vacío existencial del que hablábamos en el post anterior es como ese agujero negro que parece absorber toda la luz a su alrededor, a pesar de que si nos guiamos por cualquier métrica objetiva, nuestra vida podría estar “bien”.
Sin embargo, ese “bien” muchas veces se siente insuficiente, como un domingo sin siesta. Y aquí es donde entra en juego el propósito.
Es como los girasoles que, sin desviarse, siguen al sol con una determinación que ya quisiéramos muchos. Ellos tienen su para qué clarísimo, y no permiten que nada ni nadie los distraiga. Es su razón de ser, y no hay Instagram que los despiste.
Porque, sin un propósito claro, lo que acaba instalándose a vivir con nosotros es esa sensación de vacío o insatisfacción constante, aunque a nuestro alrededor todo parezca brillar. Y ese vacío puede convertirse en una verdad que ahoga, como esa lista de tareas que nunca acaba.
El propósito es una pieza central en la vida de cualquier persona, funcionando como un faro que guía nuestras acciones y decisiones. No es un destino final, sino una dirección que da sentido a cada día. Es una búsqueda que, aunque no siempre es rápida ni fácil, se convierte en esencial para una vida plena y significativa.
Encontrar ese propósito no es tarea de un fin de semana; es un proceso que requiere introspección y reflexión profunda. Pero cuando lo encuentras vale la pena.
Porque el propósito está íntimamente ligado al bienestar y la felicidad a largo plazo. Aunque puede que no ofrezca gratificación instantánea, te regala una satisfacción duradera que ninguna posesión material puede igualar. Sin un propósito, la vida se convierte en una sucesión de actividades sin significado real.
¿Te resulta familiar?
En un podcast que escuché recientemente de “Pensamiento Positivo” proponían algunas estrategias interesantes. Así que descubramos nuestro propósito sin prisa, pero sin pausa.
1. Identificación de talentos
El talento es un “regalo” que la vida nos da, una habilidad que nos distingue y que, cuando la desarrollamos y utilizamos bien, nos permite hacer una contribución significativa al mundo.
Pero descubrirlo no siempre es fácil. A veces, está escondido bajo capas de expectativas sociales, presiones externas, o nuestra propia falta de confianza. Tirar del hilo puede empezar por preguntarte qué disfrutabas hacer de niño, o qué harías si el éxito estuviera garantizado. Estas preguntas nos conectan con esos deseos y habilidades que, tal vez, hemos perdido de vista.
Pero una vez identificado, el talento necesita ser cultivado. Aquí es donde entra en juego la famosa regla de las 10.000 horas de práctica deliberada, popularizada por Malcolm Gladwell, que sugiere que se necesitan miles de horas para dominar cualquier habilidad.
Recuerda esto: la paciencia es tu mejor ventaja competitiva.
Tener talento no es suficiente; hay que nutrirlo, perfeccionarlo y aplicarlo. La verdadera realización del talento llega cuando lo ponemos al servicio del bien común, lo que a su vez alimenta nuestro sentido de propósito. Los girasoles nos dan sus pipas, no se guardan nada. Todo lo devuelven a la naturaleza o a los demás.
2. Aprendizaje y humildad
El aprendizaje no se trata solo de adquirir habilidades técnicas o conocimientos prácticos, sino también de un aprendizaje vital más profundo, relacionado con nuestro desarrollo personal y espiritual.
Aquí viene un toque de incienso...
El aprendizaje no termina en la universidad. Es un proceso que dura toda la vida. A medida que avanzamos, enfrentamos desafíos que nos enseñan lecciones cruciales. La clave es estar abiertos y receptivos a esas lecciones, lo que requiere una buena dosis de humildad.
Esa virtud en peligro de extinción que se nos olvida más que la contraseña del Wi-Fi.
La humildad y el aprendizaje siempre hacen match.
Como dice el libro Mente zen, mente de principiante: “En la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la del experto hay muy pocas”.
Sin humildad, es difícil reconocer nuestras limitaciones y aceptar que siempre hay más por aprender. Este enfoque nos permite crecer continuamente y adaptar nuestro propósito a las nuevas realidades y desafíos que enfrentamos.
3. No te dejes llevar por el Ego
El Ego, en este contexto, es una visión distorsionada de uno mismo, que puede manifestarse como arrogancia, inseguridad o una búsqueda de gratificación externa. Mientras el propósito nos invita a servir y conectar con algo más grande, el Ego nos empuja hacia el autoendiosamiento y la búsqueda de reconocimiento externo. Esta búsqueda de validación puede alejarnos de lo verdaderamente importante y llevarnos por un camino que, aunque exitoso en apariencia, carece de significado real, como esas fotos retocadas que no muestran la realidad.
El Ego mal canalizado nos separa, nos hace sentir que siempre nos falta algo para ser completos o felices. Superar el Ego no significa eliminarlo por completo, ya que es una parte natural de la psique humana. Más bien, se trata de aprender a colocarlo en su lugar adecuado, permitiendo que nuestro propósito guíe nuestras acciones en lugar del deseo del Ego por reconocimiento o control.
Imagina el Ego como un copiloto que está ahí para ayudar, pero no para tomar el volante. El Ego sería Luis Moya gritándote: “Trata de arrancarlo Carlos, trata de arrancarlo, por Dios”. Pero Luis no conduce.
Encontrar y vivir con propósito requiere un equilibrio delicado entre utilizar nuestros talentos, aprender continuamente, y mantener el ego bajo control para servir a un bien mayor.
Y si en el camino te equivocas, al menos que te queden buenas historias para contar.
En próximas ediciones hablaremos de cómo el entorno puede entorpecer la búsqueda de propósito, la diferencia entre misión, visión y propósito y alguna cosa más.
Lo dejamos aquí por hoy.
Nos leemos en unos días.
Ainhoa
100% de acuerdo. Qué importante es encontrar el por qué y qué difícil al mismo tiempo.
De hecho es algo evolutivo y tenemos que interiorizarlo.
Muy interesante las técnicas que propones :)
Muy interesante el papel del Ego bien canalizado y que importante tener un propósito. Con ganas de seguir leyéndote Ainhoa. Muchas gracias por compartir. Un abrazo.