La vida no es fácil.
La existencia humana está tejida de sufrimientos ‘menores’, como las frustraciones del día a día, por ejemplo, y de grandes tragedias.
Según Jordan B. Peterson, todo ser humano camina entre dos polos fundamentales: el caos y el orden. La consciencia que tenemos de este hecho, el grado en que lo aceptamos y lo gestionamos determinará, en gran medida, cómo transcurre nuestra vida.
El orden es lo conocido.
Lo predecible. Lo que tiene forma y nombre.
Representa la cultura, las reglas, la lógica. La seguridad.
Es ese lugar donde sabemos qué hacer. Y cómo.
Es la estructura que da sentido… pero que también se puede volver cárcel.El caos, es lo que irrumpe.
Lo que no tiene nombre. Lo que da miedo. El potencial ilimitado.
La pérdida. La incertidumbre.
Es el terreno fértil de lo nuevo… pero también la grieta por donde se cuela el abismo.
Y en esa danza entre ambos se despliega la vida.
Incluso a nivel neurofuncional, podríamos ver un paralelismo simbólico: el hemisferio izquierdo, vinculado al lenguaje, el análisis y la rutina; el derecho, más relacionado con lo emocional, lo creativo y lo novedoso.
Esta simplificación no es anatómicamente rígida, pero sirve como mapa conceptual útil.
Crecer es aprender a mirar y afrontar el caos sin ser arrasado por él.
Ambos polos son inevitables y necesarios.
El caos es el fondo originario del que puede emerger el orden, como potencial sin forma que necesita de la acción consciente para actualizarse. Dicho de otra forma: el caos es la materia prima del orden. Está presente en la pérdida, en la incertidumbre, en el dolor inevitable de estar vivos.
Y si no aprendemos a negociar con él… acabará por devorar hasta los cimientos.
Georgia Miller, protagonista de una serie de Netflix, es un buen ejemplo.
Una mujer brillante, cautivadora. Un peligro con tacones, que baila en la delgada línea que separa el caos y el orden. Hay algo de spoiler en las siguientes líneas, advertido quedas.
Su historia es dura: abandono, abuso, violencia.
Y ante eso, sobrevivir fue su única opción.
Y sobrevivió.
Le dio forma a una vida nueva.
Una casa perfecta. Un vecindario seguro. Hijos cuidados. Una imagen impecable.
Casi rozó el Edén… pero hay sistemas nerviosos que no se reprograman tan fácilmente.
En personas que han sufrido trauma temprano, como Georgia, suele observarse un sistema límbico hiperactivado (posiblemente amígdala sobreactiva) y un funcionamiento ejecutivo dirigido a la supervivencia. Esto dificulta la regulación emocional y favorece respuestas automáticas de evitación, control o huida.
Estrategias que alguna vez sirvieron para sobrevivir.
Y que hoy solo perpetúan el sufrimiento.
Cada vez que la vida la desafía… huye.
Y esa es la trampa: uno puede cambiar de casa, de ciudad, de amigos.
Pero jamás podrás huir de ti.
Los monstruos también hacen la maleta.
Georgia impone un orden forzado: reprime, controla, simula.
Su orden es una fachada que contiene un caos no metabolizado.
Y lo reprimido vuelve.
Y cuando lo hace, no pide permiso.
Porque el caos no desaparece si no se mira. Se acumula.
Y mientras tú finges que todo está en orden, él sigue expandiéndose.
En términos junguianos, ha exiliado su sombra. Y lo que el inconsciente reprime, encuentra siempre otra puerta para entrar: neurosis, compulsión, sabotaje emocional. Su falta de regulación interna convierte en una estratega brillante, pero internamente rota.
Peterson sostiene que no puedes construir un orden verdadero si no partes del reconocimiento consciente del caos: “El significado surge cuando enfrentas voluntariamente el caos con responsabilidad. Si no lo haces, el caos encuentra su camino hacia tu vida de forma destructiva.”
No se trata de eliminar el caos.
Se trata de mirarlo a los ojos, con calma, sin juicio.
De integrarlo. De hacer algo con él.Porque si no lo haces tú, él lo hará contigo.
Y no suele ser amable.
La alternativa es la consciencia. Y la responsabilidad.
Mirar lo que duele. Nombrar lo que fue.
Resignificar.
Darle forma al pasado para que no sabotee el presente.
Porque lo que no se integra… se repite.
Una y otra vez.
Quizá el mayor acto de sabiduría no sea conquistar el caos, sino aprender a habitarlo… sin que nos devore.
"Hasta que no te atrevas a descender voluntariamente al infierno de tu historia, seguirás sembrando el caos donde solo querías construir refugio."
Esta es mía
Lo dejamos aquí por hoy.
Nos leemos el próximo domingo.
Ainhoa
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Ainhoa, excelente reflexión. Jung diría que el caos no solo es amenaza, sino también potencial no estructurado. Cuando lo negamos, la sombra toma el control desde el inconsciente, como bien explicas con Georgia, el orden forzado sin integración real solo posterga el conflicto.
El verdadero desarrollo personal comienza cuando dejamos de huir de lo que duele y lo miramos con consciencia, para darle un lugar y transformarlo. Gracias por traer esta mirada tan profunda. Que tengas buen semana.
Me pregunto: ¿qué es mirar el caos? ¿Mirar nuestra sombra? ¿Como hacés para integrar el dolor y el trauma a tu vida? En el caso de esta mujer, ¿qué hubiera sido lo que ella debiese hacer para que no la debore su pasado? Porque suena genial y hace años lo escucho de distintas terapeutas, pero en la práctica, no veo cómo se hace para hacerlo...los escucho...