¿Alguna vez has sentido que nuestro mundo gira tan rápido que podrías salir disparado como si estuvieras en una montaña rusa sin cinturón de seguridad?
No te preocupes, no estás solo.
En este torbellino de obligaciones diarias y presiones para llegar a todo, no es de extrañar que estemos estresados, ansiosos o, directamente, al borde de un colapso. Las emociones nos abruman y la insatisfacción se instala como ese inquilino molesto que nunca paga el alquiler y es casi imposible desalojar.
Aprender a gestionar nuestras emociones es una habilidad invaluable que puede transformar nuestra vida personal y profesional. Sin embargo, la mayoría de nosotros no tenemos ni idea de cómo hacerlo y andamos por ahí como monos enfurecidos a la menor infracción del prójimo.
Sí, todos hemos estado allí.
No es fácil, pero merece cada segundo de esfuerzo. Al comprender tus propias emociones, también podrás entender mejor las de los demás, mejorando tus relaciones con amigos, compañeros de trabajo y pareja.
Porque, seamos honestos, nadie quiere vivir con un Hulk descontrolado.
Primero, conozcamos un poco más a nuestro cerebro.
Tenemos dos sistemas básicos que se dedican a detectar y evaluar las señales del ambiente y regulan nuestras respuestas emocionales y comportamentales hacia diferentes estímulos en el entorno.
El sistema de recompensas del cerebro nos impulsa a buscar experiencias que mejoren nuestra supervivencia y bienestar, como la alegría y el deseo. Este sistema, que incluye el núcleo accumbens y las vías dopaminérgicas, fomenta conductas de acercamiento.
El sistema de estrés nos protege de situaciones que podrían causar daño o estrés poniendo en peligro nuestra supervivencia, promoviendo conductas de retirada (evitación o escape). Se relaciona con emociones como el miedo, la tristeza y la aversión, e involucra la amígdala, la estría terminal, así como el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal que activa el sistema nervioso simpático.
Estos dos sistemas operan en conjunto para ayudar a los individuos a navegar su entorno, siendo fundamentales para la regulación emocional y conductual.
¿Qué son las emociones?
Alerta spoiler: no son las malas de la película, pero sí unas grandes incomprendidas. No hay emociones malas o buenas, sino emociones adaptativas o desadaptativas.
La palabra “emoción” proviene del latín “emotio”, que se deriva del verbo “emovere”, que hace referencia a un movimiento hacia afuera, a impulsar el movimiento.
Para entender qué son, debemos comprenderlas desde diferentes niveles y perspectivas:
A nivel neurobiológico, son respuestas neuronales complejas que emergen cuando se detecta un estímulo ambiental relevante para la supervivencia.
A nivel evolutivo, las emociones como el miedo, la ira, la alegría y el disgusto han sido esenciales para nuestra adaptación y supervivencia.
Veamos algunos ejemplos:
Miedo: nos ayuda a reconocer y responder a amenazas inmediatas, vital para la supervivencia. Imagínate en la sabana africana viendo un león… sí, ese es el miedo trabajando para ti.
Ira: puede motivar acciones para proteger recursos o defenderse de agresiones. Por ejemplo, la ira que sientes cuando alguien toma el último trozo de pizza.
Alegría: fomenta la conexión y cooperación social, fundamentales para la vida en grupo. Por ejemplo, la alegría que sientes al encontrar un billete de 50 euros en el bolsillo de una chaqueta olvidada.
Disgusto: ayuda a evitar alimentos y situaciones potencialmente peligrosas. Como cuando pruebas algo que parece comida, pero sabe a goma de borrar.
En términos fisiológicos, las emociones están asociadas con respuestas automáticas y activaciones del sistema nervioso autónomo, incluyendo el sistema simpático y parasimpático. Estas respuestas se manifiestan a través de cambios en la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la respiración y la liberación de hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina.
Desde una perspectiva cognitiva, las emociones están estrechamente vinculadas con procesos de evaluación y toma de decisiones.
Las emociones influyen en cómo percibimos e interpretamos el mundo y, a su vez, nuestras percepciones y pensamientos pueden modular nuestras respuestas emocionales. Daniel Goleman, en su obra sobre inteligencia emocional, destaca que la interacción entre la corteza prefrontal y la amígdala es esencial para la autorregulación emocional.
Te pongo ejemplos:
Evaluación cognitiva: las emociones se generan a partir de la evaluación que hacemos de una situación. Por ejemplo, un evento puede ser percibido como una amenaza, lo que desencadena una respuesta emocional de miedo.
Memoria emocional: las emociones también están ligadas a la memoria, influenciando cómo recordamos ciertos eventos y cómo esos recuerdos afectan nuestras emociones futuras.
Toma de decisiones: las emociones juegan un papel crítico en la toma de decisiones, proporcionando señales rápidas y a menudo subconscientes sobre la valencia positiva o negativa de las opciones disponibles. Son pre-conscientes y extremadamente útiles cuando se requiere una respuesta urgente.
Como ves, las emociones están en todos los saraos. Podemos entenderlas como un primer nivel de análisis muy rudimentario que realiza nuestro cerebro de los estímulos ambientales.
Ahora que ya tienes una foto más completa de las emociones, veamos cuál es el problema.
Sufrimos de analfabetismo emocional, incapaces de reconocer, comprender y gestionar nuestras emociones y las de los demás. Esta falta de habilidades emocionales, como señala Daniel Goleman, puede llevar a:
Problemas de salud mental: las personas que no pueden gestionar sus emociones de manera efectiva son más propensas a sufrir de ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales.
Conflictos interpersonales: malentendidos y peleas en relaciones personales y profesionales.
Bajo rendimiento laboral: afecta a la productividad y la capacidad de trabajo en equipo.
Baja autoestima: la incapacidad para entender y gestionar las propias emociones puede llevar a una disminución de la autoestima y la autoconfianza.
Conductas de riesgo: tendencia a comportamientos impulsivos y peligrosos.
Y más.
En próximas ediciones, te ofreceremos estrategias prácticas para mejorar esta habilidad crucial.
Mientras tanto, recuerda: aprender a gestionar nuestras emociones no solo nos beneficia individualmente, sino que también mejora nuestras relaciones con quienes nos rodean.
Empieza hoy a prestar atención a tus emociones y trabaja en entenderlas; el esfuerzo vale cada segundo.
Lo dejamos aquí por hoy.
Nos leemos en unos días.
Ainhoa
Muchas gracias por tus consejos. Estoy impaciente por aprender más sobre cómo gestionar las emociones. Espero que pronto profundices más en este tema. Muchas gracias por compartir Ainhoa. Un abrazo.