¿Te imaginas vivir sin medios digitales?
Ya. Yo tampoco.
Hoy todo está a un clic de distancia.
¿Quieres comida? Usas una app.
¿Quieres ver a tu familia que vive lejos? Hacéis una videollamada.
¿Te aburres en el sofá? Netflix te susurra al oído “ven a mí”.
¿Quieres aprender sobre un tema? Ahí está Internet con sus mil opciones.
¿Te sientes solo? ChatGPT te escucha, te da la razón, te resuelve cualquier problema y hasta te dice que tu ex no te merecía.
La tecnología parece ser la solución a todos nuestros problemas, ¿verdad?
Pero, ¿dónde está la trampa?
¿Qué libros no leídos nos observan desde la estantería mientras nos dejamos hipnotizar por las pantallas?
Nuestro cerebro, siempre listo para sorprendernos, cambia y se adapta gracias a la neuroplasticidad. Sí, como un superhéroe de Marvel, pero sin la capa. Este proceso le permite formar nuevas conexiones entre las neuronas y, en algunos casos, incluso reparar y reestructurar áreas dañadas.
Imagina a alguien que ha sufrido un accidente cerebrovascular.
Una parte de su cerebro se daña, pero otras áreas arriman el hombro y se hacen cargo de las funciones perdidas. Con rehabilitación y terapia, las personas pueden recuperar habilidades como hablar, caminar o usar sus manos.
¿No es asombroso?
El cerebro es como un equipo de fútbol, cubre la posición de los lesionados.
Bien.
No te sorprenderá si te digo que la tecnología también cambia la estructura y función de nuestro cerebro, ¿verdad?
Estudios han encontrado cambios en áreas cerebrales y funciones relacionadas con la memoria, el aprendizaje y la integración sensoriomotora. Estas modificaciones pueden ser beneficiosas o perjudiciales, dependiendo del uso y el contexto de las tecnologías. Esto es especialmente relevante en niños y adolescentes, cuyo cerebro está en plena etapa de desarrollo y la exposición a tecnologías digitales puede provocar cambios significativos.
”¿TikTok o los deberes de matemáticas?”
El uso excesivo de dispositivos puede disminuir la actividad en el lóbulo prefrontal, afectando el control de impulsos y la toma de decisiones. También se han observado reducciones en la conectividad funcional en redes cerebrales involucradas en el control cognitivo, la función ejecutiva, la motivación y la recompensa (Weinstein & Lejoyeux, 2020).
Además, el uso excesivo de tecnologías puede llevar a problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad.
Sí, más ansiedad que cuando le cancelan el concierto de Maluma a uno de la generación zeta.
Sin embargo, el uso moderado y adecuado de ciertas tecnologías, como los videojuegos, puede aumentar la densidad de materia gris en regiones del cerebro asociadas con la memoria y la cognición espacial, mejorando habilidades específicas.
Así que, parece sensato tener al menos precaución a la hora de dejar que los niños se “enchufen” a cualquier dispositivo tecnológico.
Imagina que el cerebro de un adolescente es como una ciudad en construcción. Las tecnologías digitales son como herramientas y materiales de obra. Usadas correctamente, pueden ayudar a construir estructuras sólidas y funcionales (mejorar la memoria y la cognición). Sin embargo, si se utilizan de manera excesiva o incorrecta, pueden causar problemas en la construcción, como edificios inestables o mal ubicados (problemas en el control de impulsos y toma de decisiones).
Es como intentar construir un rascacielos con palillos de dientes, pruébalo y me cuentas.
Al igual que en una ciudad, el equilibrio y el uso adecuado de estas herramientas son cruciales para un desarrollo saludable y seguro.
Algo particularmente interesante que me encontré hace poco es “la Hipótesis de la desconexión incorpórea”.
¿Y esto qué es?
Esta hipótesis sugiere que las plataformas digitales están cambiando no solo nuestro cerebro sino también la manera en que socializamos, con efectos importantes en nuestra salud social y psicológica. Las interacciones tradicionales eran físicas y activaban procesos neurobiológicos cruciales como la sincronía conductual, el acoplamiento intercerebral y la sintonía emocional. Estos procesos son esenciales para la cohesión social y la formación de identidades colectivas. En cambio, las interacciones digitales no activan estos procesos de la misma manera, lo que puede llevar a malentendidos, menos empatía y más agresión.
Además, que la mayoría de nuestras interacciones ocurran en el mundo digital puede afectar negativamente el desarrollo de habilidades sociales y de comunicación, aumentando la ansiedad social y debilitando las redes sociales reales.
Piensa en esto: cuando dos personas charlan en vivo, tienden a sincronizar sus gestos, expresiones faciales y tonos de voz, lo que ayuda a crear un sentido de conexión y entendimiento. En cambio, en una conversación por mensajes de texto, es fácil malinterpretar el tono o la intención, ya que no hay señales no verbales. A todos nos ha sentado mal un ‘ok’.
Esto puede causar conflictos y malentendidos. Además, alguien que pasa mucho tiempo en redes sociales puede sentirse más solo y ansioso al comparar su vida con las vidas aparentemente perfectas de los demás.
Mientras que un encuentro físico en una plaza o café permite interactuar con una diversidad de personas, las interacciones digitales a menudo ocurren dentro de burbujas sociales y cámaras de eco donde solo se encuentran personas con ideas similares, lo que refuerza las opiniones existentes y aumenta la polarización.
Imagina que las interacciones físicas son como un baile bien coordinado donde cada paso y movimiento está en sintonía con el otro. Este baile fortalece la conexión y la comprensión mutua. Como cuando bailabas el “no rompas más mi pobre corazón…” de Coyote Dax o el “que la detengan” de David Civera. En contraste, las interacciones digitales son como bailar en habitaciones separadas, cada uno con su propia música. La falta de coordinación puede llevar a choques y desconexiones, aumentando la incomprensión y reduciendo la empatía. Además, si siempre bailas solo, puedes perder la habilidad de bailar en grupo, afectando tu capacidad para interactuar socialmente en persona.
Está claro que la tecnología tiene un papel dual: puede ser tanto una herramienta maravillosa como un peligro. La clave está en cómo la utilizamos y en ser conscientes de los efectos que tiene sobre nosotros y nuestras interacciones.
Así que, la próxima vez que sientas la tentación de refugiarte en el confort digital, recuerda que el mundo real te espera para que te sumerjas en él con todo su caos y magia. Porque esto es lo que nos hace verdaderamente humanos.
Todo es cuestión de equilibrio y elección consciente.
Lo dejamos aquí por hoy.
Nos leemos en unos días.
Ainhoa.